viernes, 29 de junio de 2007

Eterno Aprendiz.

Había una vez un señor que tenía cuatro hijos, y pensaba diariamente en cuál podría ser la manera adecuada para que aprendieran acerca de cómo percibir el mundo que nos rodea.
En el fondo de su casa había un árbol, en el que solía sentarse todos los veranos, bajo su sombra, para aliviar el ardiente calor, y en uno de esos descansos se le ocurrió una gran idea y juntó a sus cuatro hijos alrededor del árbol para contarle su plan...
... Fue allí, cuando le pidió a cada uno de ellos que se encargaran de mirar el árbol en una estación del año, los niños, asombrados, aceptaron la propuesta sin saber el fin de su padre, y en ese instante eligieron quién se ocupaba de observarlo en otoño, quién en invierno, y quienes en primavera y verano...
Y así pasaron los días, las temporadas, los cambios climáticos... y así pasaron las cuatro estaciones. El hombre volvió a reunir a sus hijos a orillas del ya protagonista árbol y les pidió que le contaran qué había visto cada uno de ellos, y cuál era su opinión de lo percibido...
Martín (otoño): dijo que es hermoso ver el árbol con sus hojas entre verdes y amarillentas, por los colores que le regalaba. Pero le daba tristeza al darse cuenta de que cada día que pasaba, sus hojas se tornaban más amarillentas, luego caían como mostrando que el árbol ya no tenia fuerzas para sostener todo aquel follaje. A su vez observó que el piso se llenaba de hojas que se caían, y que algunas de ellas volaban con el viento, mientas otras quedaban aplastadas por otras hojas más fuertes que caían sobre ellas.
Ezequiel (invierno): dijo que vio un árbol con ramas muy retorcidas, algunas fuertes y gruesas, otras no tanto. Estaba desnudo, como si no tuviera nada para dar ni mostrar, parecía solitario, como que nadie quisiera estar con él por su dureza. También observó que el viento no podía mucho contra él, pues su tronco era muy fuerte, lo vio muy solo, sin quién lo acompañara si lo comparaba con todas las plantas del fondo de su casa, de su jardín, llenas de vida, de flores...
Ian (primavera): dijo lo contrario, que el árbol estaba lleno de vida, de promesas, de esperanzas, ya que en cada una de sus ramas había pequeños brotes que parecían querer estallar, como que el tiempo de florecer ya había llegado...
Lautaro (verano): dijo que vio mucho más que eso, que mientras él observaba el árbol con el correr de los días, con el correr del verano, siempre veía a un fuerte ejemplo de poder... de vida... de fortaleza, cosa que no vio que haya visto, su hermano, en otoño, y que le regala sonidos, sombra, y frescura... colores... mientras sus hojas se movían con la brisa del viento...
Entonces, en ese preciso momento, en que cada hijo pudo decir lo que percibió, su padre sabiamente les explicó que cada uno observó el árbol desde su lugar, un tiempo, y que de esa manera sólo vemos lo que tenemos enfrente nuestro, sin darnos cuenta de que hay mucho más que eso, no sólo en los árboles, sino también en las personas que nos rodean, y lo mas importante, en nosotros mismos, en cómo somos...
Si miramos un problema, una decisión, un comportamiento sólo desde un lugar, nos perdemos el resto, que tal vez sea lo que nos hará una diferencia en la vida.
Sólo observá cuáles fueron los adjetivos que describieron la estación en que ese árbol vivió y podrás darte cuenta de que todas son para el mismo árbol...
... Cada estación tiene algo diferente para regalarte, cada persona es y se comporta con diferentes parámetros según el momento...
...Mirá a tu alrededor y ve mas allá del árbol... el bosque también existe.

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