viernes, 27 de junio de 2008

Jamón!!!

Buen fin de semana!!!. Sonría, que lo estamos filmando...


Buscarte, buscarte, buscarte
Hallarte, hallarte, hallarte
Buscarte sobre un despertar repentino
Buscarte en la forma de las nubes
Buscarte en un mar, tranquilo como pileta
Buscarte entre los peces, entre las algas
Buscarte en el silencio del cielo indiferente
Buscarte en el espejo empañado
Buscarte cuando tu sonrisa protagoniza mis sueños
Buscarte, entonces, todos los días
Buscarte en árboles, pelados en otoño, coloridos en primavera
Buscarte entre los pliegues de sábanas intactas
Buscarte en los mates amargos
Buscarte en almohadas tristes por tu ausencia
Buscarte en el pasado que llega mañana
Buscarte en el miedo del amor infinito
Hallarte entre mis manos que te encuentran,
Tan lejos y tan cerca, eternamente.
Buscarte, buscarte, buscarte
Hallarte, hallarte, hallarte

Abrazarte así.

Hoy estoy escribiendo. Me siento y escribo. Tengo ganas de no hacerlo, de ocupar este tiempo en otra cosa. En mirarte. En disfrutar del silencio que nos decora la habitación cuando tu cabeza descansa sobre mí pecho. Añoro esos momentos. Los guardo en lo más profundo de mi alma. Escuchar nuestra taquicardia, y mirarnos, y sostenernos así, en silencio, mirándonos y… abrazarnos.

Hoy estoy escribiendo. Estoy escribiendo “abrazarnos” y se me cae un lagrimón. Me acuerdo de un nuestros momentos. De nuestros “abrazarnos”. Es el idioma que más entendemos, que más feliz nos hace. Esos que me das por la espalda, fuerte y de sopetón. De esos cálidos, sentidos. De esos que me das después de la carcajada, de tentarnos. De esos de amor, de los más puros. De esos que solo vos podes dar. “Abrazarnos”.

“Abrazarnos” suena a ruego. A necesidad. A sueño cumplido y rezo de volver a cumplirlo. Una y otra vez. Y otra. Y que no haya última vez. Hoy me toca escribirlo. Sé y siento que vamos a volver a “abrazarnos”.

“Abrazarnos” es la manera que encontramos de sentirnos juntos. Vos conmigo, yo con vos. Siempre. Perdemos miedos de esa manera. Y disfrutamos de los placeres que nos dan los que aún quedan. De los miedos que aún quedan. “Abrazarnos” nos lleva a lugares inhóspitos, donde sabemos que podemos ser felices. Si “abrazarnos” es la consigna, ambos pensamos en la otra persona para dárnoslo. Te elijo, siempre te elijo a vos, por que “abrazarnos” es lo más hermoso que me paso en la vida.

Semillas de Mónaco.

Está desnuda y es un ángel. Con sus patas sucias. Con mis ojos adictos a sus ojos tan adictivos. Soy una avalancha. Si se quiere reir, me avisa así no me mata. Me siento un zorro después, austero en mi cama o un zorro altanero, que le teme a la oscuridad. Pero no pienso discernir la verdad, casi siempre me deja intranquilo. Sin ella, ¿saben?, se me pudre el corazón. Es tan preciosa que no baila, y los canallas le giran igual. Si le hace falta mentir, siempre da otra oportunidad para que no le creas y me pueden destruir. Si ella llora con un soplido, quasar de semillas del sur de mónaco. Lleva su calidad. Como que se la olvidó. Se que no necesitas ayuda para subir la escalera para ver que hay detrás. Está desnuda y es un ángel. Con su poca puntualidad. Toxitúbito. Y me vuelvo un zorro otra vez. Sé que no hay mala leche. No te alejes de mi. Es temprano para ver el roble.

Las vueltas de un pelotudo

Me fui de casa. Agarre un bolso y puse, desacomodada, toda la ropa que entro y me fui pegando un portazo. Había discutido con mis viejo y echo una bola de calentura encaré a mi habitación y empecé a hacer mi equipaje. No tenia lugar en donde ir. Pero me fui.

Cuando cerré la puerta no hubo nadie que la volviese a abrir. Ni para cagarme a pedos por haberla cerrado rudamente. Los mande a cagar pero nunca me escucharon. Y me fui. Seguí mi camino, caliente y con un caminar muy veloz.

Eran las once de la noche y estaba cagado, sentado en la plaza y al lado mío, como preguntándome qué carajo hacemos acá, mi bolso, entreabierto. Tenía hambre y 20 pesos en el bolsillo. Y me fui de ahí, de la plaza. Entré a una pizzería de mala muerte y me pedí un par de porciones de muzarella, y un vaso de agua.

Me fui. De la pizzería. Y ya estaba mucho mas cagado. Eran las doce y cuarenta y cinco. De vuelta en la plaza, me senté y, al ratito, me recosté. Utilicé el bolso como almohada y lo aferre muy fuerte a mis manos, mi muñeca estaba enredada entre el tirante sujetador del bolso. Tenía muchísimo frío. Agarre algún abrigo del bolso, pero igual. Era cagazo. Dormí muy poco, y desperté contracturado, con la mirada clavada de todas las personas que pasaban por delante de mí. Notaba el arrugue feroz del entrecejo de las madres que llevaban a sus hijos a la calesita y tenían que ver mi paupérrima actuación.

Me fui de la plaza, agarrando el bolso con las dos manos y llevándolo contra mi pecho. Empecé a correr. Empecé a llorar. Y llegué. Llegué a mi casa. Mi viejo mi miró con esa sonrisa picarona como diciendo “¿Ves pelotudo?, te haces el calenton al pedo”, y sin que me dijeran algo, les dije: “No me rompan las pelotas” y me fui a dormir.

Te encontre


Te encontré. Estaba desesperado inconscientemente. Metiéndome en una nebulosa tediosa. Parado sobre las peores arenas movedizas. Y de repente te encontré. Entendí, por fin, a aquellos que me decían que encontrás las cosas cuando menos las buscas. Yo te buscaba pero sin que mi cuerpo me de señales de ello. Yo te buscaba, mi amor.

Te encontré y me abriste tus heridas. Me mostraste la carne. Me hiciste parte y dejaste que te ayudara. Así fue, también, que necesitaba yo y necesitabas vos que me convirtiera en un buen cirujano. Nada podía ser si no depositabas tanta confianza en mi.
Nada podía ser si no te encontraba.

Te encontré y llegó la felicidad a mi vida.
Te encontré amor.
Te encontré amor de mi vida.

viernes, 20 de junio de 2008

La princesa azul.

Sin alas. Ni ropa blanca. Sin pisar una nube. Sin frotar una lámpara. Sin caerme de la cama. Sin hablar. Sin correr, ni gritar. Sin nada, sin agua. Sin magenta. Sin mas gente. Sin nadie. Desnudo. Sentado o parado, da lo mismo. Sin fichar el reloj. Sin monedas. Sin zapatillas, descalzo. Sin afeitarme, ni siquiera habiendome lavado la cara. Sin comer. Sin leer los diarios, ni mirar la tele. Sin escuchar la radio. Sin saber qué pasa. Sin aviones, ni helicópteros. Sin un faso, ni dos. Sin laburo. Sin capacidad. Sin puetear. Sin nada de nada, de nada. En silencio.


Sólo mirandote a los ojos, sólo así, puedo sentir que vuelo.


Diseño.

Me fui a dormir. Y soñé. El otro día soñé que vivía en el Word. Que mi casa estaba debajo de la opción "vista preliminar". Esa que la apretás y te deja ver todo más detenidamente. Soñaba que un día vos entrabas y querías escribir. Sobre tu vida. Sobre algún novio del momento. Soñaba que no te dejaba escribir sobre tu vida. Borraba sus nombres. Quería poner el mío. Había tenido la oportunidad hace un tiempo. Soñaba.

Viernes por la tarde

Estoy bien, contento se podría decir. Pero esto de la lloviznita me rompe soberanemente las pelotas. ¿Qué onda?. Me gusta muchísimo el verano, el solcito, andar en cuero, en bermudas. Pensar que ya falta menos para pisar la arena. O para relajar y tomarte unos mates, o una fresca en la plazita. Viendo como los pibes corren detrás de las pelotas. Y los padres de atrás a los nenes para que no se los lleven puesto las bicis que desfilan incontrolables. Me gusta todo eso. Sentarme en la puerta de casa y saludar a los vecinos que andan con buena cara. Escuchar quejas del calor y prenderles el ventilador. Cosas tan simples como esas.


Hoy es todo gris. El día, el cielo, la gente, sus caras. Todos con un sobrepeso de amargura. Secándose cada dos cuadras la transpiración esa que te deja en la jeta la garúa del orto. Cargados con abrigos e, igualmente, cagados de frío. Las plazas vacías, embarradas. El té. Ni da. El culo pegado en la estufa...


Clima, ¿jugamos a que te ponías media pila y nos regalabas un buen fin de semana? Desde ya, muchas gracias.


Día, fuck you!


jueves, 19 de junio de 2008

Eclipse

Me fui a cenar con los chicos, con mis amigos. Éramos 6 y nos sentamos en una parrillita por Boedo, casi Constitución. Como siempre, nos cagamos de risa, comimos mucha carne, muchísima. Salvo la gente, sumamente entendida por el grupo (o por lo menos por mi), que come todo menos carne. Mal llamados, a mi entender, vegetarianos (¿por que no harinarianos, por ejemplo?). Pero buen, nos tomamos algunas copitas de vino, y contábamos historias y verdadades que las hacíamos parecer absolutas. Siempre la pasamos muy bien cuando hacemos éstas reuniones, es la onda que más nos gusta, es nuestra manera de tocar un blues, un jazz, un buen rock and roll, un heavy, un tango, de ser necesario, y hasta alguna clásica… es nuestra manera de equivalernos.

Seba me alcanzó, como siempre, hasta casa. Era jueves, y al otro día teníamos que trabajar. Me baje de su auto y lo salude con un fuerte abrazo. Camine unos metros y noté que estaba extremadamente lleno, y algo escabio. Pero no tenia sueño. Me frené antes de abrir la puerta que me depositaba en el pasillo de mi casa y mire al cielo. Pasaban pocos autos, algunos lentos. El clima era ideal, remerita y jean algo gastado. Miré el cielo y me reí, y entré rápido a casa. Fui hasta la cocina, agarré el vaso más grande que encontré. Hielo. Mucho Fernet y coca. Lo dejé en la mesada y fui casi corriendo a mi habitación. Agarré el cuaderno y dos lapiceras, como siempre. Baje, fui por mi vaso y salí, a la calle.

Me senté en el umbral de casa, tenía la visión perfecta. Me clave un buen sorbo de fernet y me reí sólo, como fumado. Estaba muy bueno, el fernet. Y volvi a levantar la vista, la luna empezaba a jugar a las escondidas con el sol. Era noche de eclipse. Era un excelente espectáculo gratuito, sentí cómo muchos admiraban lo mismo que yo, ya sabia que andaba entonado, parpadeaba algo lento. Destapé la lapicera y abrí el cuaderno y empecé…

… Te siento, estás. Es muy rara la sensación que tengo ahora. Pero te siento. Puede que esté loco y nadie se haya avivado del todo, todavía. Pero yo te siento. Estás acá. Cuando digo acá me refiero a acá, al lado mío, con mi mano envolviendo tus hombros resguardándote del frío que te genera esa suave brisa; y también acá, y ahora me refiero a la parte central de mi pecho. Estás. Te necesito. Para respirar puro, para abrazarte. Necesito abrazarte. Necesito mirarte, agarrarte de la mano. Acariciarte la mejilla. Te necesito entera. Estás, vos estás acá al lado mío. Siempre que te necesito, apareces. ¿Debe ser que siempre te llevo conmigo? Seguramente. Conciente o inconscientemente, pero siempre. El sol ya va tapando la mitad de la luna, se ve la mitad blanca, eternamente luminosa, y la otra, la otra mitad, oscura, en la sombra. Es muy bonito lo que se ve. Es mucho más precioso lo que siento, lo que siento ahora y lo que siento siempre por vos. Y lo que voy a sentir hasta perecer. Es muy fuerte, muy grande, gigante. Una gota cristalina resbala por mi curvosa mejilla, quiere tomar protagonismo. Baja a pura velocidad, cae al vacío. Rebota en ésta hoja, quiere maquillarla. La gota, mi llanto, cayó sobre una palabra, sólo sobre una. Nublándola. Justo cayó sobre la palabra “estás”. Miro el cielo, la luz se apagó, la sombra cubrió toda la luna. Inclino el vaso y tomo el último sorbo de fernet, fuerte, pegador. Te extraño, nena. Te extraño mucho, muchísimo. Quiero que estés acá y decírtelo, decirte todo lo que siento, demostrártelo también. Quiero mirarte y mirarme en tus ojos. Sentir como las mariposas revolotean, contentas, en mi estomago. Y en el tuyo. Se que sentís lo mismo. O algo parecido. Muy parecido. Te necesito, mi amor. Y acá estás. Volves. La luna empieza a aparecer por el otro lado, dejando atrás la sombra. Siento que volves acá. Al lado mío, a la mitad de mi pecho. En realidad no es que volves. Por que vos sabes muy bien que nunca te fuiste. Que siempre estas acá. Siempre.

jueves, 12 de junio de 2008

Con mi bici...


Las cosas pasan y van a pasar, así que lo mejor es tomarlas con relax y seguir adelante, porque todos tenemos preocupaciones, miedos, sueños, en fin, tengo ganas de agarrar la bici y pedalear y pedalear y pedalear. Meterle ganas y fuerza a esa subida que, a los ojos, es imposible. Teletrasportarme. Tengo ganas de agarrar la bici.... y reconozco que una vuelta me pegue un re palo con la bici, pero tengo ganas de irme.

Hay épocas que sentis cómo pesan los minutos. Te cansas fácil, rápido. Que no tenemos ganas de hacer lo que se esta haciendo. Pero buen, hay que hacerlo, y así estamos.

El despuès esta bueno. Te relajas, te servis. Te brindas por completo a la actitud: relax. Estarás cansadásima y dormirás hasta que tu cuerpo te indique que ya está, querrás seguir durmiendo, pero buen, el despertador corporal ya te indico su hora.

...Ahora tendremos que salir. Y es ahí cuando agarraría la bicicleta y me iría. ¿A dónde? a donde pinte, a donde el destino me quiera llevar, arriba de la bici con el viento golpenadome la cara y los auriculares con una buena música encuentro un buen lugar. En la mochila hay un termo con agua caliente, un mate y yerba. Un cuaderno y varias lapiceras. De varios colores, para dibujar y colorear, y pintar. Y escribir. Y relajarme. Y tomarme un mate... con mi bici.

lunes, 9 de junio de 2008

Mucho más que un sueño (Parte 1, e inicial)

En ese momento me desperté. Jadeando, me senté en la cama, excitado, preguntándome dónde estaba, y mi primera sensación fue la decepción. No podía creer que ella, esa mujer, se haya disuelto así, en el aire, en la fantasía, en lo virtual, en lo imaginario, o en como mierda se llame en el idioma de los sueños. Como ven, mi segunda sensación fue la calentura.
Todavía olía su perfume, pero no veía la silueta de aquella mujer del sueño que me había quitado el sueño. Ahora, sentado en la cama, veo cómo líneas de luz paralelas penetran la persiana entreabierta. La tercera sensación fue de furia, no era la primera vez que me pasaba eso. La mujer, siempre la misma, se me aparecía en los sueños, la situación siempre era confusa, pero el clima en el que ocurría era sensacional, ella siempre sensacional. Las miradas, la búsqueda y el posterior encuentro de nuestros labios y su apetecible dulzura hacían del sueño el paraíso, y de la mujer, la mujer de mi vida. Pero la furia se apodero de mi cuando volví a cerrar los ojos y recordar la fragancia de ella, el aroma de su pelo y... el despertar repentino, la furia.
- Doctor... me pasó devuelta (dije entre anhelante y confundido)
- Venga para acá, Javier (fue la respuesta del otro lado del teléfono)
Salí, no saque el auto, tenía prisa y aunque era temprano y había poca gente en la calle, poco después seria hora pico para el viaje de ida al trabajo de todos. Me decidí por el subte, línea B para bajar en Medrano. Caminé cabizbajo pensando en las trampas de mi psiquis. Llegué a la parada del subte y me subí al tren vacío en Los Incas, de inmediato se llenó. Yo ya sentado recosté mi nuca contra el respaldo y cerré los ojos por un instante. Todavía no podía creerlo.
Volví a abrir los ojos cuando el tren se detuvo violentamente, delante mío una viejita aferrada al pasamanos y cargada de paquetes...
- Siéntese señora (dije, al mismo tiempo hacia malabarismo para pararme sujetándome de esos aros que cuelgan del tirante de arriba)
En la siguiente estación bajó y subió un montón de personas, en este último grupo vi una cara femenina conocida, era ella, la del sueño, pero algo no me convencía. Creí estar loco, esta mujer era maravillosa, de ojos enormes, piel morena, labios carnosos y pelo oscuro, como la de los sueños. No sólo era física mi atracción, sentía eso que se siente cuando se ama profundamente y se desea (y ama, también) lo externo. La mujer se situó adelante mío, entre la fila de asientos ocupados y yo. Antes de ubicarse allí me miró a los ojos. Ahora su nuca estaba a 10 centímetros de mi nariz, me puse incomodo.
Subía y bajaba gente y todos nos movíamos al mismo ritmo, intentaba que mi pelvis no la rozara, intuía un vergonzoso escándalo. En uno de esos movimientos, no se muy bien cuándo, una frescura del perfume de ella se metió en mis fosas nasales, intenso, invitante a quebrar mi resistencia. Recordé lo que había leído sobre autocontrol.
En una nueva parada ella se inclinó para ver el cartel indicador y apoyo sus nalgas rotundamente sobre mi miembro. Abrí los ojos como si me hubiesen tirado un balde de agua congelada. Claramente su gesto no fue casual, era simple y llanamente un acto de provocación. Lentamente se irguió. Seguramente ella notaba mi desequilibrio, me miraba por el fugaz reflejo que dan las ventanas del subte. La parada siguiente volvió a agacharse, volvió a apoyarme ella sobre mi entrepierna. Se irguió nuevamente pero lo necesario para no sacar su culo de aquel sitio. Lo dejó allí, saliente, curvado, tirando para atrás también la nuca que llenaba mi nariz del olor de su morocha cabellera.
Juro que en ese segundo, ahí nomás, entre los vientos envolventes de estación en estación, la oí gemir. Gemido profundo, intenso placer, animal. Era el momento de jugarme, eché mi pelvis hacia delante suavemente, las manos de ella se crispaban en el más demostrativo de los gestos. Y fue allí cuando me desperté. Todo había sido nada más que un sueño.
Transpirado y enardecido me encontré en el asiento del subte. Todo era mentira otra vez, el culo feroz, el olor a nardos, todo mentira. Todo otra fantasía cruel de mi inconsciente. Putié, casi en voz alta y me bajé del subte sin saber donde lo hacía, subí la escalera mecánica a los saltos, esquivando escalones, como apurado. Ya en la calle, afortunadamente, me di cuenta que estaba a 4 cuadras de lo de mi analista y las caminé, intentando calmarme.

Mucho más que un sueño (Parte 2, y final)

- ¿Cómo está, Javier? (me preguntó)
- Mal (fui claro)
- Pase y acomódese, yo estoy preparando café.
Minutos después escuché que entraba, con la taza rebotando al ritmo del equilibrio contra el platito que sostenía la mano. Y noté el crujido del sillón cuando se sentó.
- Empiezo por anoche (anuncié).
Y conté todo sin interrupciones, sin vacilar, como necesitándolo. No omití detalles, los olores por ejemplo. Con ello ensamble mis dos sueños, las dos mujeres parecían la misma, la mujer de mi vida, los perfumes me embriagaron. Le pregunté cómo era posible que un sueño (o dos) (o diez) pudiera generar una sensación tan creíble.
- No se como explicárselo Doctor (seguí), o sea, una misma persona es emisor y receptor. ¿me entiende?, por que yo, yo mismo, estoy elaborando el sueño, la trama, pero no se como continúa, hay otra parte de mi, la receptora, que no sabe como continúa el sueño. Entonces es ahí cuando uno se entusiasma ante las pesadillas o se ilusiona pelotudamente ante historias que prometen placeres incontestables, cuando soy yo mismo el que está armado todas estas patrañas. (culminé, enojado)
- Es que usted no sabe, Javier, cuantas personalidades habitan en un ser humano.
Cuando me dijo eso me quede paralizado, no por el contenido de lo que me dijo sino por que no me lo dijo mi doctor, me lo dijo ella, una mujer, con una voz tan sensual como su pose de piernas cruzadas, con una pequeña libreta en mano, anteojos con marco negro haciendo un juego exquisito con su ondulante peinado. Note que era la mujer de mis sueños, o la hermana gemela, entonces sacudí mi cabeza como diciendo “No! No!!” y volví a mirarla, era ella, tantee la contextura del sillón a ver que tan verdadero sentía el tacto del cuero. Note que nada era vago, nubloso. Cerré con mucha fuerza los ojos un par de veces. Siempre volvía a ver a la hermosa mujer. Entonces me que paralizado, expectante.
- Sin duda usted tiene conflictos con las mujeres, Javier. (me dijo la doctora con su acariciante voz seguida de una sonrisa deliciosa).
- Si.
- ¿Tiene mama, hermanas? (esperaba mi respuesta para anotar no se que)
- Mamá vive, hermanas no tengo...
- Estas muy nervioso, tranquilízate, noto que te tartamudea la voz, que me mirás sin entender mucho que está sucediendo (mientras me decía esto se desenredaban sus piernas)
Yo sabía que todo era un sueño, y mas cuando se me acerco mucho mas de lo debido, note que había poca luz en el consultorio, igualmente logre ver su corpiño cuando se agachó a buscar la lapicera que se le había caído, ella noto mis miradas, y me sonrío. Yo no cabía en mi, sabia que era un sueño pero ella era preciosa. Se paro, la doctora, y fue hacia una pared, puso sus manos contra una pared y me llamó.
- Vení, hagamos la dramatización...
- ¿Dramatiza.....? si, claro... (mi iluso receptor)
Y fue así que empezamos a actuar la situación del subte, cuando llegamos a la segunda apoyada de ella sobre mi sentía que una gota de transpiración caía sobre mi sien. Ella intentó explicarme las sensaciones pero se le entrecortaba la voz. Estabamos en lo mejor.
En ese momento me desperté. Todo había sido otro sueño. Lo temía. Lo había previsto. Lo sabía. Me Putié. Me había dejado llevar por la pasión y el entusiasmo.
En ese momento entró la secretaria de mi analista y me dijo que el doctor se tubo que ir de apuro, por un caso extremo. Que me llamaría.Salí del consultorio sin saludar. Hecho un manojo de nervios. Destrozado. Inerte. Desorientado. Me fui a tomar un café a un barsito, me senté en una mesa de afuera. Nadie me atendió en 20 minutos, insulté y me fui. Llegue a mi casa. Aún todo ardía, pero sabía que iba a volver a soñar con vos y eso me tranquilizó, por que vos, sos el amor de mi vida...

viernes, 6 de junio de 2008

Grietas

Que es lo que hace que caigas
Siempre en el mismo lodo.
Será la costumbre,
la cobardía, la ansiedad…
Misterios que envuelven,
Llaves sin puertas,
Somnolencia, inconsciencia por nada.

La vejez de los sueños truncos,
Tanto hielo acumulado.
Como en un letargo puedo ver que enseñan sin saber.
Reo en la prisión de mil pasados, Reo en la prisión…

Lo nuestro no es nuestro,
El mensaje es para todos,
Lo que afecta, te expande y abre la conciencia.
Algún día el saber será un lugar mejor,

Y el espejo de la gente ya no será el dolor.
Y es el lodo de nuestro tiempo,
Que viene embarrando hace mucho.
Como en un letargo puedo ver que enseñan sin saber,

Reo en la prisión de mil pasados,
Como en un letargo puedo ver que enseñan sin saber,
Reo en la prisión de mil pasados, Reo en la prisión…

Toneladas que se van,
Se van a las tierras de los que te muestran la verdad,
Solo un barco en la bondad de este nuevo...
que se mide con el mar.

Como en un letargo puedo ver que enseñan sin saber,
Reo en la prisión de mil pasados,
Como en un letargo puedo ver que enseñan sin saber,
Reo en la prisión de mil pasados, Reo en la prisión de mil pasados, Reo en la prisión…

Toneladas que se van…Toneladas que se van…
Miro cada instante en la brisa de los árboles,
Vivo solo y espero con ansiedad…

jueves, 5 de junio de 2008

Revuelto de vuelta

En la vida de todo hombre hay un momento. Un momento donde se encuentra una mezcla justa entre la felicidad y la trsiteza. Pero lo que parece una simbiosis perfecta no nos convence. No nos conforma.
Entonces un dìa miércoles, de miércoles. Gris. Tuve que tomar una decisión importantisima en la vida. ¿Voy a intentar ser feliz nuevamente? ¿o voy a dejar y reconocer de aqui en mas que mi vida no tiene sentido?.
El punto de equilibrio, donde la oferta de felicidad se intersecta con la demanda de felicidad es donde uno encuentra la ebullición, maximiza todos sus y los recursos. Estan las fallas en el mercado, como estan los errores y las tristezas. Intentemoslo de nuevo. Otra y otra vez. Sonreile al que tenes adelante. Rehabilitemosnos. Reincertemonos. Todos, absolutamente todos, tenemos la necesidad de estar un poco mejor. Y si vos lo intentas, yo satisfacere un poco más mi necesidad de verte bien.
Abrazo de gol.

Bus¿que da?




Se perdió la semana pasada. Se abrió la ventana y salió volando, con todos sus colores. No pudo ir muy lejos, o por lo menos ese es mi deseo. Ese, y que vuelva.

Se la extraña y se la necesita mucho. Si alguien la ve, digale que la estoy buscando profundamente. Que la estoy esperando con un reggea sonando de fondo y un gin-tonic bien helado, observando la luna preciosa por esa ventana, por la que se fue, que sigue abierta, como sabiendo que regresarà.

Si vos lees ésto, vení, yo te espero. Siempre. Tenemos muchas cosas hermosas por hacer y compartir juntos.

Ah, responde al nombre de "Paz interior".