viernes, 27 de junio de 2008

Las vueltas de un pelotudo

Me fui de casa. Agarre un bolso y puse, desacomodada, toda la ropa que entro y me fui pegando un portazo. Había discutido con mis viejo y echo una bola de calentura encaré a mi habitación y empecé a hacer mi equipaje. No tenia lugar en donde ir. Pero me fui.

Cuando cerré la puerta no hubo nadie que la volviese a abrir. Ni para cagarme a pedos por haberla cerrado rudamente. Los mande a cagar pero nunca me escucharon. Y me fui. Seguí mi camino, caliente y con un caminar muy veloz.

Eran las once de la noche y estaba cagado, sentado en la plaza y al lado mío, como preguntándome qué carajo hacemos acá, mi bolso, entreabierto. Tenía hambre y 20 pesos en el bolsillo. Y me fui de ahí, de la plaza. Entré a una pizzería de mala muerte y me pedí un par de porciones de muzarella, y un vaso de agua.

Me fui. De la pizzería. Y ya estaba mucho mas cagado. Eran las doce y cuarenta y cinco. De vuelta en la plaza, me senté y, al ratito, me recosté. Utilicé el bolso como almohada y lo aferre muy fuerte a mis manos, mi muñeca estaba enredada entre el tirante sujetador del bolso. Tenía muchísimo frío. Agarre algún abrigo del bolso, pero igual. Era cagazo. Dormí muy poco, y desperté contracturado, con la mirada clavada de todas las personas que pasaban por delante de mí. Notaba el arrugue feroz del entrecejo de las madres que llevaban a sus hijos a la calesita y tenían que ver mi paupérrima actuación.

Me fui de la plaza, agarrando el bolso con las dos manos y llevándolo contra mi pecho. Empecé a correr. Empecé a llorar. Y llegué. Llegué a mi casa. Mi viejo mi miró con esa sonrisa picarona como diciendo “¿Ves pelotudo?, te haces el calenton al pedo”, y sin que me dijeran algo, les dije: “No me rompan las pelotas” y me fui a dormir.

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