martes, 2 de septiembre de 2008

Ayer nomás...




22 de julio del 2008, aproximadamente las 14.38 de la tarde, voy a contarles una historia, una historia con final, no se si feliz, pero con un final. Ese final te dejará pensando. Te lo aseguro. Al menos pensarás, “éste pibe que escribió esto tiene problemas, claramente”. Pero pensarás. O capaz, y como yo, pensarás en algo mucho más amplio, muchísimo mas amplio. Me darás la razón o no, eso no importa. Lo importante es que pensarás, como lo pensé cuando caminaba hacia casa y vi a dos personas ya ancianas caminando de la mano por la plaza…

… ahí va.



Ya tengo 65 años, y el crudo invierno se fue y con él, el resfrío y el encierro. Me vine a la plaza como siempre lo hago, a la placita del barrio, del barrio que me vio nacer allá por el 1933. No me presente, discúlpeme, me llamo Esteban Federico Sueño, mas conocido como Don Sueño.
Bue… como le iba diciendo, ya con la primavera revoloteando junto a los pajaritos me vine para la plaza. traje una bolsa de pan, de ese duro que le sobra a todo el mundo, vio?, me lo lleve para darle algo de morfar a las palomas. Que le va a ser?, a mi me divierte darle de comer a las palomas, si me lo pongo a pensar es algo pelotudo, pero que se yo, me divierte viejo, y listo.
En eso estaba, dándole de comer a los bichos, cuando volví a meter la mano en la bolsa y me di cuenta que ya no quedaba nada dentro, putie y di vuelta la bolsa y la puse mirando al piso, para que cayeran las últimas migas. Las palomitas se cagaron todas, se fueron por el movimiento brusco, y no volvieron, y me volví a sentir solo, muy solo, y me dio tristeza.
Me relaje apoyando la espalda en el asiento de la plaza y el sol me pegaba en la jeta, y seguía triste, rememore eso que rememoro hasta el día de hoy. Resulta que hace unos años, unos bastantes años atrás yo era adolescente. Era un pibe pinton, al que le gustaba verse bien, raya al costado, perfume, afeitadito. Un pibe bien. Pero nunca, nunca había conocido una mujer que me partiera la cabeza. Que me dejase boquiabierto. Un día rutinario como cualquier otro volvía de mi, por aquel momento, laburo y en una esquina, en una esquina cualquiera, me enamore. Usted pensara, “que viejo pelotudo éste, se enamora así de la nada, en una esquina, dale!”, y yo le voy a decir, sí, me enamore en una esquina, pero no de la nada, sino del todo. En esa esquina estaba ella, el gran amor de mi vida, María Esperanza Muñoz, la vi., me miro y nos sonreímos. Ella estaba esperando el colectivo que la llevaba a su casa, y yo, y yo me puse atrás de ella en la fila, no sabía a dónde iba pero sentía que con ella iba hasta el fin del mundo, ida y vuelta y las veces que ella quisiera. No sabía qué hacer, el colectivo no venía, entonces note que ella me miraba de vez en cuando, de reojo, y se reía. Yo me sentía un boludo enorme, no sabia si se me notaba lo nervioso y por eso se reía o qué mierda pasaba, era todo nuevo, mi piel era un volcán de sentimientos en erupción. Me la jugué, le toque el hombro y, tartamudeando, le dije si hacia mucho que esperaba el colectivo, al mismo instante cerré los ojos como diciendo “sos un boludo Esteban, un boludo, cómo le vas a preguntar semejante pelotudes?”. Ella se rió y me pregunto si me pasaba algo. Y le explique, todo lo que les comente arriba se lo explique con lujo de detalles, prefería que lo sepa y no ocultar semejante cosa inocultable. Ella lo único que hizo fue interrumpirme cuando hice la pausa para decirle “disculpame, pero lo siento así”, y me interrumpió partiéndome la boca de un beso que fue, que fue… no se, no encuentro adjetivo alguno capaz de describir lo que siento al rememorar aquel beso, imagínese. El beso duro unos largos segundos, frenamos, nos miramos y seguimos otros largos segundos. Paso un colectivo, y a ella nada le importaba mas que abrazarme. A mi, que no me soltara nunca mas.
Fuimos a tomar un café y ella es la que me explico a mi, que ella me seguía, que en realidad no estaba ahí esperando el colectivo, sino que ella laburaba a la vuelta de donde yo laburaba en aquel momento y que estaba tan flechada como yo, pero yo nunca la había notado. Ella me perseguía todos los días a escondidas, me miraba entrar a casa y se iba. Me sentí muy mal por eso, muy poco caballero, no me gustaba sentir como que ella después de verme a mí entrar se iba sola a la casa. Ella me dijo que lo hacia por que, si, así era feliz. Reí y nos volvimos a besar, y le dije, de ahora en mas, el que vuelve a casa solo soy yo. Asintió besándome nuevamente, éramos imán y heladera. Fue así durante años, en equilibrio perfecto entre rosas y grises, uno por y para el otro, siempre.

Un día, un día el padre le dio la noticia de que se irían a vivir a Portugal, por un trabajo de la madre creo, que ya estaba allá con el hermano. Ella tenía que ir con ellos, su empleo no era fijo, era temporario, y el requerimiento de los europeos era firme, querían tener a la familia entera allá, de esa forma le daban casa, auto, educación y trabajo para ella, la madre y el padre. Y si ella decidía quedarse nada de eso seria potable para la familia. Así fue que, con dos corazones desangrándose, ella partió. En aquella época era muy difícil hacer semejante viaje, solamente los de guita, los de mucha guita podían irse a Europa, y yo, yo era uno mas de la clase media baja.

Y así fue macho, pasaron los años, muchos años y no pude volver a sentir el amor, el maravilloso amor que siento por ella nunca mas se reavivo. Busco felicidad en las pequeñas cosas, en darle de comer a las palomas en la primavera, por ejemplo. Pero hoy, que se fueron volando me invadió la melancolía y la tristeza de nuevo. Yo se que nunca volveré a ser pleno si no es con ella a mi lado…




… Así fue, como me imagine la historia de esa pareja de ancianos caminando de la mano por la plaza aquella tarde, así fue que me imagine que me lo contaba el hombre, y yo le brindaba mi oído aquella tarde en aquel banco de la plaza. Como así, también, imagine que cuando el hombre me decía esa ultima oración desganado, mirando al piso, salía ella, la mujer, de atrás de la calesita próxima a aquel banco. Que estaba jugando a las escondidas como aquella vez adolescente. Y fue así que imagine el final, ella gritando su nombre, el gritando el suyo y levantándose del banco como un veinteañiero, yéndola a buscar para abrazarse y ahí si, saber y notar que a ella nada le importaba mas que abrazarlo. A él, que no lo soltara nunca mas.


Final para pensar: Tu (don) Sueño se cumple siempre que tengas bien firme tu (maría) Esperanza.

3 comentarios:

Laura dijo...

Una bonita historia. A mí también me gusta imaginar la vida de las personas.
Lo difícil es mantener la esperanza.
Besos.

BORT dijo...

Al negre le pintó la melancolía...

Yo, por lo pronto, añoro esa historia donde la Madre Ironía se empecinó en impedirnos jugar al wini... ni el teléfono público se apiadó de nosotros...

A propósito, cuando quieras nos juntamos y te parto la mandarina a pases en cortada y paredes eléctricas. Quizás puedas aprender algo y copiarte de eso también... no?

Abrazo, negre.

Anónimo dijo...

haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! sos un aboliadin tan corazonudo... pero tan corazonudo que en vez de negro tendrías que ser rojo, vivir de marcapasos y cojer con la Vena cava superior...

sos puro músculo estriado hueco, una bomba aspirante e impelente...

SALUD!