domingo, 7 de septiembre de 2008

Alegría

Y nació. Y lloró. Hasta ese momento se creía haberse vivido todo y más. Pero equivocados estaban todos. Una mano en su frente pareció predicar el “esté siempre alegre”. Y así nació. Y así vive.
A través de la eternidad, lujuriosa y desinteresada, en las buenas y en las malas, en el esplendor y en las penumbras más profundas, él jamás perdió su alegría. Hizo del optimismo su bandera, de sus sueños su quimera, fiel a su estilo, y a esas quimeras, pese a que quedaron algunas postergadas, pero nunca olvidadas.
Patentó, desde su interior, el cotillón y los guiños, la sonrisa como estandarte, el candombe como estilo de vida. El chiste fácil y la simpatía le daban forma a tiempos abstractos, donde la tristeza y la sombra querían resurgir. Les daba su lugar, lógicamente, que no era ni principal ni secundario, pero era su lugar; por lo menos en su vida. Y la risa regia, desde siempre, como sinónimo de religión, de folclore. Y así convivían todos en su eternidad.
Y nació un muchacho como yo. Portador de sentimientos que, seguramente, me legaron, y otros que naturalmente he creado, hermanado con cada uno de ustedes más allá de credos, razas, religiones, culturas, brechas sociales, épocas y distancias kilométricas. No importan de dónde vengas, ni quién seas, ni dónde éstas. Por que las diferencias se pulverizan ahí, aturdidas en tu garganta, sepultadas por la risa y la alegría, arrastradas por los millones del mundo que son, como yo, portadores de alegrías.
Y naciste, como yo. Y seguramente lloraste, como yo.
Se sabe, pero nunca es malo recordarlo, existen tormentas. Está en vos que esa tormenta de pasión limpie el cielo y lo deje como vos lo soñaste. Así es en mi vida, diafamo amanecer azulgranado, certero, entre tanto misterio, por que sé que nací sin tiempo y viviré más allá de él, como cada uno de nosotros en diferentes (y a la vez, parecidos) corazones. Por que así es para mí la vida, alegre.
Y nacerán. Y lloraran. Y todo y más, vivirán.
Alegría.

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