martes, 21 de octubre de 2008

Guau.

Perro perdido. Camina sin rumbo, con cara de susto, agitado, buscando a sus dueños. Perro perdido. A veces, cuando se da por vencido, se acerca al primero que lo mira. Eso pasa cuando la esperanza se ha quebrado. Cuando ya siente que no va a encontrar su lugar. Y en ese momento, quizás, puedan aceptar que otro humano les pueda brindar lo buscado. Perro perdido. La cola agitada, ilusionada, esperanzada. Perro perdido.

Esa actitud, la del perro, suelo verla en algunas personas. La mirada perdida, el desaliento, la derrota... y me causan la misma angustia.

Hace días observaba a un tipo que tomaba un café en un barcito de mi barrio. De sus dedos colgaba un cigarrillo consumido y tenía la mirada perdida en el fondo del pocillo. Tenía un ambo gris, camisa rosa y zapatos marrones. Imaginé que era su mejor apuesta. Lo observé un rato, buscando un bosquejo de esperanza.

Salió del bar, el hombre, cruzó hacia la plaza y se sentó en un banquito gris, tanto como su abrigo. Un perro, de los perdidos, vino modelando su oscuro pelaje y se abrigó con el mismo ambo. De no creer. Del rostro del hombre saltó una sonrisa, y de su mano, varias caricias. Se hermanaron en la búsqueda y se encontraron en la esperanza. Luego dejé de ser espectador. Me pasa a menudo, sentirme estorbo mirando tal acto de cariño, amor, sentir…

Sé que el hombre se paró y caminó, el can lo siguió atrás. El hombre miró de cote y le hizo la típica llamada del chiflido… Ahí sí, torcí la vista y me dirigí a casa tranquilo.

Ayer, domigo, fui a comprar masas para tomar unos mates, fui a la panadería esa copada cerquita de casa. Y me encontré con ambos, yo doble y me los encontré. Uno sin pucho, sin abrigo y con muchas ganas de vivir. El otro, bañado, con un hermoso collar colgado y una alegría en cada ladrido. Ambos, felices.

Otro de los amores perros…

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