domingo, 15 de marzo de 2009

Pura Vida.

Un miércoles de marzo, en el que no fui a trabajar. Llegué y el agua ya estaba chillando en el fuego, y en la mesa un plato con el biscochuelo tibio, de vainilla. El reloj de péndulo, colgado torcido en esa esquina de la casa, sonó y marcó las 16 horas de una tarde celeste, de 22 23 grados. La tele de 14 pulgadas clavada en esa telenovela que seguía desde meriados del octubre pasado, era de esas de actores centroamericanos, con historias pedorras, pero el momento era tan nuestro que la comentabamos como la mejor historia de Shakespeare.

El deportivo de Clarín, siempre ahí, esperando a ser leído.

Me pasaste un mate y me preguntaste cómo estaba con la facu. Mi respuesta hizo que tu retruque no me deje bajar los brazos. Y me tomaste la mano que reposaba en la mesa, y me dijiste eso, peor es no intentarlo. Me miraste con esos ojos castaños que nunca en mi vida voy a olvidar.

Nos reímos de mi vieja, esa que llamabas "más loca que la flauta". Me dijiste que mi viejo era rezongón pero un gran tipo, que pese a esos arranques hay un amor que siempre siempre lo pone de manifiesto de maneras poco ortodoxas. Pero que es tan necesario que sea así...

El plato de biscochuelo ya estaba vacío, la telenovela terminada, el agua fría y tu mano seguía envolviendo la mía. Te dije que me volvía a casa y mucho no te gustó, me reí, te reíste y me dijiste bueno, esperá que te acompaño hasta la puerta.

Ya en la vereda me dijiste que le mande saludos a todos, que le de para adelante con la facu, y me diste esos hermosos besos que das, esos que me dabas vos, dos, pero en el mismo cachete y casi sin despegar tu boca de mi. Esperaste que llegue a la esquina, me de media vuelta y te salude con la mano. Esa era tu magia.

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Y ahí me desperté, eran las 12 más o menos. Mi noche habia transcorrido en un bolichito de Palermo, entre fernet, cervezas y música que no se bailar. Rodeado de amigos y amigas. Me había acostado tipo 6 y media.
Así fue mi despertar, entre la melancolía y riendome solo abrazando a la almohada. Me desperté, me lavé la cara, los diestes y me miré al espejo, los ojos rojos. Y me eché a reír de nuevo y agaché la cabeza y miré que estaba gordo. Ahí me tenté.
Limpie un poco la casa, mientras se calentaba el agua. Me senté con mi termo y mi mate, colgué mis piernas de otra silla y me puse a ver los simpsons.

Me hubiese encantado que haya un platito lleno de biscochuelo y en la tele una telenovela pésima. Lo más hermoso de todo ésto es que vos éstas siempre conmigo.

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Te amo y te extraño, vieja. Te amo y te extraño, abu.

2 comentarios:

Fati dijo...

... Pura,siempre hermosa, me atrevo a decir que en un momento la sentí casi como mía.
hermosa y siempre con vos.


un beso enorme javi

MeNoR dijo...

Es muy lindo lo que escribís!Besos.