sábado, 9 de agosto de 2008

Vista gorda.

A veces los padres, con sus predicamentos, nos pueden marcar la vida para siempre. Generalmente son vómitos verbales surgidos del amor, pero suelen quedar grabados en los rincones del alma. Son frases que uno recuerda a cada instante, aún cuando los años han pasado.

Mi viejo, una vuelta, cuando tenía menos que mis actuales pocos años y me hacía un problema inmenso por cosas que hoy por hoy noto que son, algunas, hasta diarias, me encaró clavándome sus ojos en los míos y me tiro: “ Yo por mis hijos doy el corazón, la piel, el mundo, y … el culo…”. Nos empezamos a reír, yo achinandome como siempre, y él puteandome por boludo. Sé que lo hizo con todo su amor, y la cosa quedo en el “chiste” pero todo el monólogo iba por que me hacía automierda por cómo tomaba temas terrenales y era su manera de hacerme bajar un cambio, o dos.
Recuerdo, también, cuando me dijo de más pibe “habla como hombre, pedazo de puto!!” y derivó en las únicas (por el momento) dos sesiones de psicóloga… Por suerte nunca me topé con un tipo que me caliente, sino no se como lograría romper con semejante mandato, más que mandato...orden.
Otro recuerdo es cuando mi vieja, interrumpió mi sesión de simpsons, sillón y levite pomelo para decirme “…perdoname hijo, me equivoque…” y si, se equivoco feo, pero ¿quién no alguna vez?, y nos abrazamos, ella llorando, yo calmándola, diciéndole la verdad, que estaba todo bien.

En fin, siempre recuerdo con cariño esas frases surgidas de las entrañas de mis viejos. Y hoy que ya estoy más grande, más barbudo, noto que pasa en todos lados. Lo hermoso de esto es que después, cuando se comienza a recorrer el mundo con motorcito propio, vuelven a la cabeza esas frases célebres de enseñanza, y pucha, pese a ser algunas tristes, sacan risas.

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