martes, 27 de mayo de 2008

De risas y juegos.

Ya eran grandes, adolescentes mayores, pero jugaban como niños. Los dos eran de risa fácil, tímidos, pero extrovertidos entre ellos mismos. Compartían todo, hasta los sueños. Él soñaba con convertir las pesadillas de ella en sueños precioso. Ella soñaba con formar una familia, con él. Jugaban, vivían y se reían juntos.
En un momento rápido, así como queremos vivir lo malo, dejaron de sonreír y empezaron a llorar, juntos. Postergaron los sueños. Se hicieron duros esos juegos individuales. Muy duro soñar y archivarlo en un estante. Pero cada uno siguió jugando, encontrando nuevos compañeros, pero nunca una mejor compañía. Jugaron y se divirtieron con otra gente, sí, pero siempre terminaban recordando cómo lo hacían entre ellos; de memoria, priorizando la risa, como siameses despegados, como dos grandes almas formando una gigante. Entendieron que así debía ser, mezclar un poco de cada cosa para poder extrañar menos y volver a mirar al estante de los sueños, para que ellos mismos, sean. Y para que vuelvan a sonreír con fuerza, pero sin dejar de lado esa timidez.
Su juego favorito es las escondidas, cuentan hasta el infinito y relojean con un ojo a ver dónde se esconde el otro, así cuando terminan de contar van a buscarse ahí, donde saben que se encuentran, donde el cosquilleo en el estómago es grande. Cada uno sabe muy bien dónde encontrarse, y dónde encontrar la risa. Saben muy bien que después de la piedra (y llorar) está el (ser) libre, y de ahí el famoso “piedra libre”. Pero acá, en su reglamento no vale el “para todos los compas”, pero si el “para toda la vida”...

No hay comentarios: