viernes, 15 de mayo de 2009

Plazita de mi barrio

Hice ejercicios esa mañana, la mañana del domingo. Relajación mas que nada. Respiración, algunos ejercicios que leí en una revista, en una nota sobre el yoga. Elongación, también. Admito que estaba como en trance, imbuido de una sensación especial. Una calma tensa, digamos, si es que eso puede existir. Calma tensa. Mi vieja ni me hablaba. No quería distraerme, sacarme de mi concentración. Me sirvió el desayuno sin decir palabra, cosa rara en ella. Comí apenas, quería estar liviano, etéreo. Me sentía bien, dispuesto, sensible. Tenia la sensibilidad a flor de piel. Tiritaba, créame, y era verano, una mañana calurosa.

Me fui hasta la plazita, me tenia que encontrar con ella, había pasado mucho tiempo, tiempo que parecía no haber pasado sin ella. Sabia que seguiría preciosa, hermosa, con la luz encandiladora de sus ojos, con la suave dulzura de su piel, de sus labios, con el embriagador perfume de su ser, protagonista de todos mis sueños, hasta de aquellos que soñé con los ojos abiertos. Seguía siendo ella, nunca lo dudé.

De repente, no se porqué, no sabia qué hacía allí. O qué hacer allí. Fue un momento difícil, lo juro. En ese momento me asaltó la duda, la inseguridad, el temor. Comprendí que no sabia cómo hablarle, qué decirle, no había pensado ni una frase, ni una palabra, ni un pequeño discurso, ni nada, al menos para comenzar. Me encomendé a Dios, recé. Y en eso (estaba nublado), se corrieron las nubes y salió el sol. Fue mágico, increíble. Se corrieron las nubes y salió el sol. Entonces supe lo que tenia que hacer. Entonces supe lo que tenia que hacer, como si lo hubiese sabido toda la vida. Me incline hacia ella, suficiente, y le dije "te extrañé". Eso le dije. "Te extrañé". Ella me miró, todos los movimientos parecían en cámara lenta, con esfuerzo, con dificultad. Tomó con sus dos manos mis dos manos. Se escucho un murmullo de admiración en la gente, yo temblaba, me castañaban los dientes. Ella no me sacaba la mirada de mis ojos, no le salían las palabras, e ignorando la mirada de todos, que parecían alentarnos, sostenernos, asistirnos con su silencio, por que el mas mínimo suspiro podía derrumbar todo ese clima que se había forjado, nos besamos apasionadamente. Luego de varios minutos de disgustarnos, con esfuerzo separamos nuestros labios, nunca separamos nuestras manos. Por ultimo, los dos, como si nada y todo habría pasado nos abrazamos, llorando.

Permítame que afloje, deme un momento. Siempre me sensibilizo mucho cuando cuento esta parte... perdone...

Esa tarde dormí la siesta. Después mire un poco de televisión. Anocheciendo se acerco mi mama, aun sorpresivamente silenciosa y me dio un pedazo de torta de chocolate. Me cayó pesada. Bah... me empalagó, la de chocolate.

5 comentarios:

Fati dijo...

leí alguna vez, siempre me gusto mucho fue un de tu primeros no?


hermoso!


beso!!!

MeNoR dijo...

Hayy que lindos recuerdos tenemos la mayoría de las plazas!!!
Javi, sos un tierno!!como escribís!
Muy lindo, muy lindo!
Besos.

Anónimo dijo...

muy,muy liindo
me gusta como escribís, hiciste que llegue a imaginarme toda esa situacion, sin dudas. Que bueno tener la capacidad de decir tantas liindas palabras todas juntas =)
Un placer leerte
Feliz viernes, sabado y domingo
Saludos
B.

Paula dijo...

La placita del barrio tiene ese no se qué, llenas de recuerdos, citas, arreglos y desarreglos.
Me emocionaste y mucho.
También recordé...
Te dejo un fuerte abrazo!!!

Fabiana dijo...

Javi, en mi blog hay alguito para vosss..
Un besote!! :)