viernes, 9 de enero de 2009

Quinto Litro


Un invierno algo caluroso, una noche y unas ganas de salir a tomar algo. Así fui que caí en uno de los barcitos de Plaza Serrano un sábado por la noche, sólo. Tampoco fue que me preocupe mucho por encontrar compañía, se dio así. El mesero se presentó con una linda y refrescante oferta de, algo así como 5 litros de riquísima cerveza por 10 pesos, ponele. Y le encargué una de esas. Estaba en una de las mesitas de afuera. De esas que dan a la plaza. No estaba tan lleno como de costumbre y podía ver a los más chicos jugando en los subibajas, hasta que el más rebelde algo hace y sale mi risa como espontánea. Al segundo siguiente, te escucho. Y te miro. Estabas en la mesa contigua a la mía, con dos amigas más. Y ellas con sus respectivos noviecitos. Al acto del rebelde niño lo juzgaste con mucha dureza, ya no recuerdo bien cuales fueron tus palabras, pero me sorprendió. Por eso te había mirado. Pero debo reconocer que quede hipnotizado por la forma de tus ojos.
Llego mi primer litro. Tú ya te sostenías como podías con los codos y los antebrazos sobre la mesa. Tu silla estaba muy cerca de la mía y fue así que actué para que ambas choquen y así pedirte unas disculpas que sirvan de primer encuentro, por lo menos, visual. Abras pensado qué pelotudo… no pasa nada, suelo generar esas impresiones.
Luego vino un chico a ofrecerle a tu mesa una rosa, uno de los novios de tus amigas, le compro una a su novia; el otro no podía ser menos. Y yo, yo soy comprador compulsivo. Y enamorado de tus ojos. Fue así, con esa rosa, que giraste la silla mas para mi lado y no paramos de hablar. Llego nuestro segundo litro.
Estabas mas despierta. Mis ojos daban vueltas por tu cuerpo, no entendía por que entendía tan bien tus gestos. Vos no sabias por que mis chistes tontos eran los mejores. Ninguno entendía qué hacíamos hablándonos de ciertos temas.
Tercer litro. Y de alguna forma nos enamoramos. Te pregunté qué hacías vos ahí sola, entre las parejitas amigas, y me retrucaste con que yo estaba más solo que ella. A la larga, es lo mismo. Si hubiese sido por nosotros, nos casábamos ahí nomás, pero te tenías que ir, tus amigas ya habían pedido la cuenta. Y a mi me quedaban un litro y medio mas. Arremetí con una frase, éste es el fucking momento en el que te tenés que ir y yo me quedo de nuevo acá, solo, como antes. Y tu risa me respondió el dejate de joder más dulce que me han dicho en mi vida.
Entendí con tu número en la servilleta y un llamame debajo que la noche era destino, todo empezó con unas ganas de salir a tomar algo, sin importar con quien ni donde y termine encontrándote. Sabía que me iba a costar llamarte, pero sabía que íbamos a salir nuevamente, que iba a haber cines, plazas, y mas bares. Y esas charlas interminables, llegadas a discusiones y yo rindiéndome ante la forma que toman tus ojos y tu boca cuando te enojas, entonces nada mas nos besaremos y vos enojándote más. Y yo riéndome, ante tus muecas, tus gesticulaciones, tus movimientos…
En algún momento, no se cuando, todo empezó a irse a la mierda. Vos eras mi cable a tierra y yo tu mancha en la paleta de los grises. Y no podía durar más de lo que duró. Y así fue, un abrazo y un nos vemos en el infinito. Nada de histeriqueos nauseabundos ni escenas de drama de actores independientes. Sí hubo lágrimas de ambos lados, que hicimos lo posible para que el otro no lo viera, y así no hondar más todo.
Y me tome mi quinto litro de cerveza…

No hay comentarios: