La noche era niebla. El cielo, invisible. En cámara lenta caminaba hacia la playa. Llevaba una guitarra prestada al hombro. Llegando a la orilla me encontré con la pileta. Con la calma. Con tu luz.
Flotaban las gotas. Y sonaban mis desafinados acordes. Una improvisación como letra y una risa por estallar. Le hice un oooole a la tristeza y un qué me importa con el hombro derecho.
Me remangue el pantalón y quería que la sal de la orilla toque mis pies. La arena movediza se morfó mis pies y allá se veia la tranquilidad. Un chiflido y mi nombre, escuché. Dos amigos, un tamborcito y un par de birras.
Armonizamos el ambiente, cantandole al miedo y al cristal. Largas horas de sentimental recital. Viejos amantes de las charlas y del jaja. Cuando se siembra corazon se cosecha vida.
La noche iba cayendo. Caia entre los dias. Disfrute eterno. Vida de mi vida. Olas cálidas. Melodías y coros, con tonos dispares. Temas varios de conversación. Jugando con el perro de nadie, de todos.
Una guitarra, un tamborcito y una voz.
¿Volvimos?
Hace 4 años
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